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Santa Camila Bautista Varano


SANTA CAMILA BAUTISTA DE VARANO
                                (1458 - 1524)


Nació en Camerino (Las Marcas, Italia) el 9 de abril de 1458. Entre los 18 y los 21 años vivió un período de grandes pruebas espirituales, atraída por las realidades del mundo. En la Cuaresma de 1479 recibió la luz interior para comprender el don inestimable de la virginidad consagrada. Dos años después ingresó en el monasterio de las clarisas de Urbino, tomando el nombre de sor Bautista. Hacia finales de 1483 emitió la profesión religiosa. El 4 de enero de 1484 fundó con ocho compañeras la congregación de Hermanas Pobres de Santa Clara. Tuvo iluminaciones interiores, éxtasis y visiones de ángeles y santos, pero, sobre todo, se le concedió el deseo de participar de los dolores interiores que el Redentor había experimentado en su pasión. Murió en Camerino el 31 de mayo de 1524. El Papa Gregorio XVI la beatificó el 7-IV-1843 y Benedicto XVI la canonizó el 17-X-2010.
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De la homilía de Benedicto XVI
en la misa de canonización (17-X-2010)
Santa Bautista Camila de Varano, monja clarisa del siglo XV, testimonió con todas sus fuerzas el sentido evangélico de la vida, especialmente perseverando en la oración. Entró a los 23 años en el monasterio de Urbino y se integró como protagonista de aquel vasto movimiento de reforma de la espiritualidad femenina franciscana que se proponía recuperar plenamente el carisma de santa Clara de Asís. Promovió nuevas fundaciones monásticas en Camerino, donde fue elegida abadesa en varias ocasiones, en Fermo y en San Severino. La vida de santa Bautista, totalmente inmersa en las profundidades divinas, fue una ascensión constante por el camino de la perfección, con un amor heroico a Dios y al prójimo. Estuvo marcada por grandes sufrimientos y místicos consuelos; en efecto, como ella misma escribe, había decidido «entrar en el Sagrado Corazón de Jesús y ahogarse en el océano de sus dolorosísimos sufrimientos». En un tiempo en el que la Iglesia sufría un relajamiento de las costumbres, ella recorrió con decisión el camino de la penitencia y de la oración, animada por el ardiente deseo de renovación del Cuerpo místico de Cristo.
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SANTA CAMILA BAUTISTA DE VARANO
Datos biográficos
Camila era su nombre de pila. Bautista, nombre usual en aquel tiempo también para una mujer, el que adoptó en su profesión religiosa.
Battista Camila (o Camila Bautista) Da Varano nació en Camerino (provincia de Macerata, Las Marcas, Italia) el 9 de abril de 1458, hija del príncipe Julio César de Varano y de Doña Cecchina di maestro Giacomo.
Su vida estuvo profundamente ligada a la Orden de Hermanos Menores, los franciscanos, y particularmente a las figuras de Fr. Domingo de Leonessa, Fr. Pacífico de Urbino y Fr. Francisco de Urbino.
En torno a los 8 o los 10 años, siguiendo la sugerencia de un predicador cuaresmal, hizo voto de meditar todos los viernes la pasión del Señor y de derramar al menos una lágrima, voto que mantuvo con extraordinaria fidelidad. Desde los 18 a los 21 años pasó un trienio de luchas espirituales íntimas, atraída como estaba por las realidades del mundo, pero sin renunciar nunca a su Señor sufriente, por amor de cual comenzó a practicar una austera ascesis. Comentando este tiempo de su vida interior, escribiría más tarde con convicción: «Bienaventurada aquella criatura que por ninguna tentación deja el bien comenzado».
En la Cuaresma de 1479, durante la vigilia de la fiesta de la Anunciación, obtuvo la luz interior para comprender el don inestimable de la virginidad consagrada. El 14 de noviembre de 1481 ingresó en el monasterio de las clarisas de Urbino. A finales de 1483 emitió la profesión religiosa. En los primeros días de enero de 1484, volvió a Camerino con ocho compañeras que, el domingo 4 de enero, daban inicio formal a la nueva comunidad de Hermanas Pobres de santa Clara, en el monasterio que su padre había adquirido de los monjes Olivetanos para ella.
Entre tantos otros dones, se le concedió el insaciable deseo de compartir los dolores interiores que el Redentor había padecido en su pasión.
El 28 de enero de 1505, el papa Julio II, que la estimaba mucho, la envió a formar una nueva comunidad de clarisas en la ciudad de Fermo, donde permaneció dos años; modeló también la nueva comunidad de clarisas en San Severino Marche los años 1521-22.
Entre sus escritos hay que citar: La pureza del corazón.
Sufrió a causa de la división en la Iglesia, propugnada por Martín Lutero.
Murió a la edad de 66 años, de los que había pasado 43 recluida en la intimidad del claustro, el 31 de mayo de 1524. Sus restos mortales reposan en el Monasterio de las clarisas de Camerino. Benedicto XVI la canonizó el 17 de octubre de 2010, en la plaza de San Pedro (Vaticano).
En alabanza de Cristo. Amén.
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Bautista Camila nació en Camerino el 9 de abril de 1458, hija del príncipe Julio César de Varano y de la señora Cecchina di maestro Giacomo. Si bien nacida fuera de matrimonio, la niña creció en el palacio paterno, donde recibió una adecuada instrucción en las artes y las letras bajo el cuidado de doña Juana Malatesta, esposa del príncipe.
En torno a los 8 o a los 10 años, después de escuchar una exhortación del predicador Fr. Domingo de Leonessa, hizo voto de meditar cada viernes la Pasión del Señor y derramar, al menos, una lágrima. Este simple compromiso, abrazado con infantil entusiasmo y observado con una constante fidelidad incluso cuando le costaba sacrificios, le abrió los insondables horizontes de la gracia y la condujo a una intensa vida espiritual. Ella misma escribió: «Por virtud del Espíritu Santo, aquella santa palabra quedó impresa de tal manera en mi tierno e infantil corazón, que ya nunca marchó del corazón ni de la memoria». Algunos años después, otro franciscano, Fr. Pacífico de Urbino, animó a Camila a perseverar en el voto que había hecho.
De los 18 a los 21 años transcurrió un trienio de íntimas luchas espirituales, atraída por las realidades del mundo, pero sin jamás renunciar a su Señor sufriente, por amor del cual comenzó a practicar una austera ascesis. Comentando este tiempo de su vida interior, escribiría después con toda convicción:¡Bienaventurada aquella criatura que por ninguna tentación deja el bien comenzado!
Durante la Cuaresma de 1479, en la iglesia de San Pedro en Muralto, por la predicación de Fr. Francisco de Urbino, la vigilia de la fiesta de la Anunciación, obtuvo la luz interior para comprender el don inestimable de la virginidad consagrada. En la Octava de Pascua, después de la confesión general hecha a Fr. Oliviero de Urbino, obtuvo el don de una profunda purificación.
Así preparada para ser toda de Cristo y vencida la resistencia paterna que duró dos años, el 14 de noviembre de 1481 ingresó en el monasterio de las Clarisas de Urbino, tomando el nombre de sor Bautista, usual en aquel tiempo también para las mujeres. Hacia finales de 1483 emitió la profesión religiosa. En los primeros días de enero de 1484 regresó a Camerino con ocho compañeras y, el domingo 4 de enero, dieron comienzo formal a la nueva comunidad de Hermanas Pobres de Santa Clara, en el monasterio que su padre había adquirido para ella de los monjes Olivetanos.
Se sucedieron los dones extraordinarios del divino Esposo, atestiguados en su autobiografía: iluminaciones interiores, palabras encendidas, éxtasis, visiones de ángeles y santos. Pero sobre todo se le concedió el insaciable deseo de participar de los dolores interiores que el Redentor había probado en su pasión. Alimentando diariamente su meditación en la Sagrada Escritura y en la liturgia, viviendo constantemente en la presencia de Dios, como atestigua su padre espiritual Antonio de Segovia, olivetano, la Santa escribió a lo largo de los años diversos textos de literatura mística, que, por su elevación, fueron apreciados por insignes eclesiásticos y santos como san Felipe Neri.
A la edad de 35 años fue elegida por primera vez abadesa, servicio en el que fue confirmada repetidas veces.
Llegó también para la Santa el tiempo de la prueba. La primera fue la aridez del alma, que duró cinco años, de 1488 a 1493, en la que experimentó el silencio de Aquel que era el único motivo de su vida. El eco de este tormento espiritual está ampliamente contenido en la carta autobiográfica conocida como Vida espiritual. La segunda prueba la hirió en sus sentimientos, primero, por la excomunión de parte del Papa Alejandro VI contra su padre, culpable de haberse resistido a la limitación que quería imponerse al señorío de Camerino; después, por la prisión de su padre y de tres hermanos por parte de César Borgia, que, finalmente, los hizo matar cruelmente el 9 de octubre de 1502. En tan trágica circunstancia, Camila Bautista había buscado en vano refugio en la ciudad de Fermo, encontrando después asilo en Atri, en el reino de Nápoles, junto a Isabel Piccolomini Todeschini, esposa de Mateo de Aguaviva de Aragón.
Tras la muerte de Alejandro VI el 18 de agosto de 1503, la Santa regresó a Camerino, donde el más pequeño de sus hermanos, Juan María, había podido reconstruir el señorío de los Varano.
El 28 de enero de 1505, el Papa Julio II, que la estimaba mucho, la envió a formar una nueva comunidad de clarisas en la ciudad de Fermo, donde permaneció dos años; también modeló la nueva comunidad de clarisas de San Severino Marche en los años 1521-22. Su espíritu de caridad la hizo sierva del prójimo de múltiples maneras: en la formación espiritual de las hermanas; en la redacción del tratado La pureza del corazón, que le había pedido un religioso; en la intercesión a favor de los condenados a muerte y para salvar a la ciudad de Treia de las soldadescas mercenarias. Según el testimonio de una hermana clarisa, en su corazón encontraba lugar toda la Iglesia de Cristo, por la cual oró y sufrió; en efecto, además de los defectos o las carencias de tantos eclesiásticos, la herían las noticias que desde 1517 llegaban de Alemania, donde el monje agustino Martín Lutero propugnaba la separación de la Iglesia romana.
Llegada a la edad de 66 años, de los cuales había pasado 43 en la intimidad del claustro, su ansia de «salir de la cárcel de este cuerpo para estar con Cristo» se apagó el 31 de mayo de 1524. Su muerte aconteció envuelta en el silencio, a causa de la peste, en el monasterio de Camerino, donde reposan sus restos mortales. Benedicto XVI la canonizó el 17 de octubre de 2010, en la plaza de San Pedro del Vaticano.